Cuestiones de archivo: presentación metodológica sobre Deleuze en el contexto de los estudios críticos de la modernidad-colonialidad
Martin Masciardi
(Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas – Facultad de Filosofía, Humanidades y Arte - Argentina)
Recibida el 5 de mayo de 2025 – Aceptada el 5 de septiembre de 2025
Reseña de: Pósleman, Cristina, Mil sures: Deleuze, Fanon y otros hilos, Mendoza, Qellqasqa, 2023, 226 pp.
Considero que la reseña bibliográfica, en el ámbito académico, se presenta como un espacio que hace factible la reflexión sobre la morfología de los textos con los que vamos conformando nuestros archivos de trabajo, siempre que se pretenda ir un poco más allá de una aproximación sumaria, descriptiva, de esos materiales. Propongo dos maneras posibles de explorar los textos. Un primer acercamiento consiste en realizar una lectura orientada a seguir el orden lógico de las ideas, reconstruyendo la estructura conceptual sobre la que se articulan esas ideas, con sus respectivas derivaciones, y situándolas dentro de una tradición específica o de una determinada perspectiva de análisis. El otro abordaje, en cambio, no se centra sólo en el orden lógico de esas ideas y su exposición, sino que se interesa por la práctica que se despliega en ese archivo: ¿qué performatividad producen las preguntas en el texto? ¿Qué tipo de filiaciones se entrelazan? ¿Son posibles otras homologaciones?
Propongo una reseña desde esta segunda forma de lectura, que se define como un abordaje expositivo metodológico del libro Mil sures: Deleuze, Fanon y otros hilos de Cristina Pósleman. El libro es una compilación de once artículos y forma parte de una colección de escritos dirigida por Alejandro De Oto en el marco de investigación sobre los estudios poscoloniales. Cada uno de los artículos puede leerse de manera independiente y en un orden aleatorio: podemos entrar por el final, por el medio, por el costado. Como si evocara, de alguna manera, a Mil mesetas, Mil sures nos invita a una lectura no lineal, que puede trazarse a partir de los temas y problemas tratados en cada uno de sus capítulos. Sin embargo, si bien los capítulos pueden ser estudiados de manera independiente, hay cierta cuestión problemática que entrelaza al conjunto del trabajo y que me parece central: Deleuze y la relación con los estudios de la modernidad-colonialidad en su obra. En esta reseña propongo un orden expositivo en torno a tres bloques temáticos: 1. Posicionamiento: la crítica extramoderna; 2. Modulaciones político-metodológicas: la micro colonialidad; y 3. Crítica y estética: ensamblaje o aplicación categorial.
1. Posicionamiento: la crítica extramoderna.
Mil sures comienza con un texto que funciona como el marco analítico desde el que podríamos leer a los demás capítulos que lo componen. El punto central del capítulo 1, “Notas para una crítica fanoniana del presente”, es cotejar los posibles límites y alcances de la noción de crítica en la tradición filosófica a través de un trazado genealógico. Pósleman no parece interesada en elaborar una crítica de la crítica, sino en rastrear los factores a los que atiende la crítica filosófica tradicional, con la finalidad especulativa de medir su efectividad.
La crítica sobre la que concentra su análisis es la que suscribe al linaje genealógico de la Modernidad-Ilustración, como son la “ontología del presente” en su vertiente kantiana o como “transgresión” en Foucault. Ambas configuran un tipo de posicionamiento crítico característico de la filosofía moderna. Kant sería el primero en el que se conjuga este par categorial “crítica-presente” en su célebre “¿Qué es la Ilustración?”, pero también la tradición crítica de Frankfurt y algunas vertientes posestructuralistas. El problema que nos hace notar Mil sures respecto a estas genealogías críticas, es que son formas de lectura intramodernas, es decir que permanecen ancladas a la modernidad, a la Ilustración, a la subjetividad blanca, patriarcal y onto-logo-céntrica. Son líneas de pensamiento que han dejado desatendidas otras vinculaciones problemáticas, el dilema, tanto en el ámbito de los estudios foucaultianos y la mayor parte del llamado posestructuralismo: “es la escasa atención a las vinculaciones de la modernidad con la violencia colonial” (p. 29).
El objeto de análisis, esta forma de crítica intramoderna, no es sólo un repaso bibliográfico sobre cómo se fue articulando dicho concepto en los distintos contextos analíticos. Se trata, más bien, de una reformulación conceptual orientada a expandir el alcance mismo de la categoría de crítica. El planteo que nos propone Pósleman es de carácter epistemológico y metodológico, porque apunta a sacudir las bases de la filosofía misma, y a riesgo de parecer maniqueo, la autora nos sitúa frente a una disyuntiva epistemológica y política. La de permanecer dentro de un modo de trabajo que homologa una serie de materiales, desde los cuales se analiza sin atender a nuevas relaciones, indagando siempre sobre las mismas relamidas fuentes, o se apuesta a repensar el modo de homologar los materiales desde otra perspectiva crítica definida como extramoderna. Crítica, esta última, que se propone trastocar la temporalidad moderna, que ha hecho de la filosofía un recorrido lineal: filosofía antigua, medieval, moderna y contemporánea, en la que se van modelando sus objetos y sus problemáticas en relación con sus tentáculos: la ética, la estética, la lógica, la gnoseología y la metafísica.
¿Qué hace Mil sures con estos datos? ¿Qué operación de archivo lleva adelante? La intervención que nos propone es la de trazar una genealogía a contracorriente, que nos coloca frente a un problema, toda vez que se quiera invocar la categoría de crítica. ¿De qué crítica nos hablan? ¿De un posicionamiento que atiende a los factores coloniales, a las marcas del colonialismo que hacen carne en el deseo, en el saber y en el poder? La apuesta clave, y aquí radica a mi juicio la potencia de la propuesta analítica de Pósleman, es sacar a Deleuze de las prácticas de lecturas Modernas. Es en este punto donde podemos presentir que la intención de Mil sures es la de transmitirnos el gesto de Deleuze y Guattari, siempre que seamos sensibles, a la atmósfera de sofocación, de clausura, que representa cierta forma de hacer filosofía y clínica, al momento de formular sus problemas y de recurrir a los mismos repertorios teóricos para pensar la complejidad coyuntural en la que se inscriben las prácticas intelectuales. Esta complejidad coyuntural en el capítulo 2, es definida como la “impronta colonial” en Deleuze, que marca su giro político caracterizado por Pósleman como anticolonial (p. 50).
Este giro político anticolonial se va modulando en la recepción de los escritos de Fanon. No es una referencia más en El Anti Edipo, sino que, como señala Pósleman: “se inspira en la necesidad de traspasar los límites disciplinares etnocéntricos para nutrir los procesos emancipatorios” (p. 16). Fanon interviene como una potencia en Deleuze que hace factible el vínculo de sus ideas con el contexto de trabajo de los estudios críticos de la modernidad-colonialidad, que informan acerca de los límites de aquellas genealogías críticas que permanecen todavía dependientes de sus marcas modernas. Este antecedente fanoniano en El Anti Edipo le permite a Pósleman plantear la condición poscolonial del texto de Deleuze y Guattari: “en cuanto en ambos casos se opera […], una articulación entre las esferas de lo psi, lo social y lo político, que forma una crítica al esquema de la representación blanca, patriarcal y racista” (p. 57).
Desde el punto de vista adoptado en Mil sures, Deleuze y Guattari precisan de otras escrituras, de un conjurar nuevos materiales para pensar la articulación entre la esfera de lo psíquico y lo político. Es en este punto donde entra en escena la presencia de Fanon en El Anti Edipo. Porque es quien señala los límites de un tipo de clínica que escinde lo psíquico de lo político y racializa el inconsciente. Respecto a la categoría del inconsciente, el capítulo 3 analiza el caso de Djamila Bouhired, quien fuera acusada por la justicia francesa en el año de 1953 de cometer atentados terroristas y luego condenada a muerte. En este apartado se enfoca Pósleman, en pensar la categoría de “Inconsciente colonial”, con el fin de analizar las formas de excepción conceptual presentes en las academias burguesas (p. 70).
Según este análisis, el inconsciente, en el contexto de los estudios psicoanalíticos, ha constituido un recurso límite a la categoría del Sujeto, este límite sin embargo es definido como un “límite discontinuo” que no logra hacer caer la distinción entre colono y colonizado. Este aspecto nos permite comprender la necesidad de invocar otros materiales, Fanon es el recurso con el que Deleuze y Guattari localizan ese límite: “donde se muestra la condición colonial constitutiva del esquema psico-familiarista” (p. 76). Fanon busca desprender los restos edípicos de la categoría de inconsciente en tres registros: teórico, clínico y militante. Entonces: ¿qué hace Fanon en el corazón de El Anti Edipo? En el capítulo 4, se nos informa que Fanon se gesta como un archivo inédito que problematiza el estado de cosas relativo a las categorías filosóficas y psicoanalíticas. Estas filiaciones permiten a Deleuze y Guattari conformar un archivo que desafía al canon de la psiquiatría y de la filosofía metropolitanas atacando a uno de sus nodos centrales, a “la abstracción fundacional europea” (p. 90). A modo de síntesis, si el posicionamiento extramoderno desborda las formas de crítica intramoderna, el concepto de “micro colonialidad” permite, en esta clave, dar un paso más para abordar los dispositivos concretos en los que se modula la forma de opresión colonial en lo histórico y lo conceptual.
2. Modulaciones político-metodológicas: la micro colonialidad
Definidas algunas características del posicionamiento de la crítica extramoderna, avanzo ahora sobre uno de los aportes más sugerentes de Mil sures: la noción de “micro colonialidad”, desarrollada a lo largo del capítulo 4. Para comprender mejor la filiación del concepto, conviene revisar primero la categoría de colonialidad, tal como fue formulada por Aníbal Quijano:
un patrón específico e histórico de poder, que se compone a partir de la asociación estructural de ejes fundamentales que fueron constituyéndose entre fines del siglo XV y principios del XVI: una clasificación racial/étnica de la población del mundo y un sistema de relaciones materiales acorde con esta clasificación (p. 91).
Pósleman se vale de la categoría acuñada por Quijano para establecer cruces conceptuales, por esta razón propone conjugar la noción de desterritorialización de Deleuze y Guattari con el de desprendimiento colonial de Quijano (p. 51). La propuesta metodológica consiste en explorar las implicaciones epistémicas que pueden derivarse del cruce entre ambas propuestas analíticas. Siendo así que la categoría de colonialidad será un recurso para trazar conexiones, entretejer relaciones entre conceptos y escrituras, para avanzar en la comprensión de las formas de organización de los cuerpos atravesados por la dimensión colonial en el proceso de racialización de los mismos. Es en la intersección de conceptos y de perspectivas de análisis que Pósleman gesta una serie de categorías de suma riqueza para el campo de los estudios deleuzianos, por ejemplo, el de “axiomática colonial” (pp. 52-153) que resuena con la denominación de “axiomática capitalista” presente en El Anti Edipo y con la noción de micro colonialidad, este concepto es una reactivación crítica desde lo extramoderno.
La teorización de la micro colonialidad implica dos momentos: 1. La prohibición de hacerse una voz y 2. La necesidad de crear una agencia enunciativa (p. 92). La prohibición son aquellas marcas opresivas, históricas, en los espacios geográficos atravesados por el colonialismo; la necesidad es del orden de la ruptura, necesidad de romper con las marcas opresivas del colonialismo mismo. El concepto formulado por Pósleman se caracteriza por esta paradoja, por una tensión entre la prohibición y la necesidad. Esta paradoja es definida como la “insistencia performativa”, es el territorio de la micro colonialidad (p. 92). Sobre estas consideraciones es que avanzamos en la afirmación del concepto de micro colonialidad como una propuesta política y metodológica. Es la necesidad de agenciar una voz, una urgencia, la que conduce a conjurar tipos de escrituras que resuenan entre sí, ensamblando en una forma de crítica extramoderna que pone en cuestión la base de la ficción contractualista, que interviene como el relato fundacional que instaura una forma de representación.
El enfoque de los estudios críticos de la modernidad-colonialidad, en el que se inserta El Anti Edipo, expresa esta “necesidad” de una agencia enunciativa en dos sentidos: en la expansión de las fronteras teóricas de la filosofía, y en la operación de análisis que permite detectar la producción de un inconsciente racializado presente en la ficción contractualista. Esta expansión de fronteras es la que produce Mil sures a través del cruce entre formas de archivos heterogéneos que informan sobre una forma de leer. Porque esto es Mil sures, una manera de leer que toma distancia de otros tipos de maneras de trabajar los materiales, sea desde una perspectiva hermenéutica o desde la traspolación de categorías de un contexto a otro. Estas cuestiones acerca de un modo de leer, que se caracterizan por el gesto creativo de entrelazar teorías, contextos diferentes, o de atravesar umbrales, son abordadas en el capítulo 5. Prohibición y necesidad son las claves de algo más que una apuesta metodológica, son una forma de posicionamiento que apuesta a trastocar el modo en el que leemos a Deleuze.
Hay algo que podemos presentir del orden de la interpelación en Mil sures que nos encauza a preguntarnos por los modos de trabajar nuestros repertorios: ¿qué tipo de lecturas hacemos? ¿Qué materiales conforman nuestros archivos de trabajo? ¿No seguimos todavía hoy indagando y remitiendo a Deleuze una y otra vez a la historia de la filosofía? Algunas de estas preguntas se fueron formulando de manera sugestiva cuando leía el capítulo 7, titulado: “Deleuze, Guattari y el pueblo de Palestina”. Texto que se sumerge en una temática histórica compleja y urgente, dado el recrudecimiento del conflicto palestino en este momento. En el citado apartado, Pósleman se propone rastrear aquellas marcas de escritura deleuziana que iluminan la necesidad de otros textos, que no forman parte del canon de la filosofía occidental europea, para poder expandirse y pensar la complejidad del problema palestino. Problema que no fue ajeno al mismo Deleuze.
Atendiendo al contexto de crítica extramoderna, propone un protocolo de lectura que opera como un recurso de “alerta epistemológico-metodológico” al momento de trabajar el archivo Deleuze sobre la base de dos puntos. Primer punto, respecto a los límites del giro político que anuncia el propio Deleuze en relación de su encuentro con Guattari, este giro político, como ya se mencionó recientemente, es un giro político anticolonialista. Este primer punto nos sitúa frente a un problema en la práctica de lectura: ¿qué relaciones hacemos en torno al archivo Deleuze? Este giro político anticolonialista, afecta las lecturas y articulaciones de los conceptos que se performan en el contexto de los estudios deleuzianos. El segundo punto se refiere puntualmente a la relación entre dos temas, dos nociones conceptuales complejas del campo filosófico. El problema de las lógicas contractuales nacionales y la matriz en la que están inmersos, esto es el componente colonial presente en esas lógicas, y que Mil sures significa como “la operativa de la axiomática colonial” (p. 155).
Estas alertas se implican, se conjugan la una con la otra, operan como un recurso metodológico al momento de trabajar el archivo Deleuze en dos sentidos. Como una clave de comprensión de la operación intelectual que lleva adelante el propio Deleuze, esto es, el de abrir el repertorio de materiales con los que conforma su acervo para poder pensar y conceptualizar temáticas densas, como son por ejemplo la cuestión palestina. Esta apertura expone un límite de la filosofía tradicional, límite que se atraviesa cuando se invocan otras bibliotecas. La segunda cuestión refiere a nuestros modos de trabajar con estos materiales. Un punto que me parece necesario aclarar, y en consonancia con esta segunda cuestión, es respecto al posicionamiento que adopta Mil sures: no es un enfoque del tipo cancelatorio, tampoco moral, en términos de señalar malas o buenas lecturas. El enfoque de la crítica extramoderna, que define la forma de posicionamiento teórico presente en Mil sures, es un planteo epistemológico y metodológico que no se hace desde afuera sino desde el interior de los estudios deleuzianos a los fines de enriquecer el debate pero también de sacudir, remover, los estados del arte.
La propuesta de Mil sures no es una pretensión de superación sino una operación analítica de expansión del estado de cosas que interviene como una clave metodológica de lectura, y que como toda propuesta de expansión conlleva tensiones, y por qué no, también polémica con otras tramas filosóficas contemporáneas, que no han sido lo suficientemente sensibles a estas temáticas, al no atender a las luchas de los movimientos anticolonialistas en el archivo Deleuze. Llegados a este punto, ya estamos en condiciones de efectuar una caracterización general de Mil sures. Parafraseando a Stuart Hall, me parece que estamos frente a un recurso de “renarrativización”. Si Hall sugiere que lo poscolonial supone una “renarrativización” de la historia, que desplaza su centro moderno y capitalista europeo hacia las colonias dispersas por el mundo, y es también además una reformulación en el campo del conocimiento, Mil sures podría definirse como una “renarrativización” de Deleuze, en el sentido que sugiere John K. Noyes (en el trabajo compilado por Bignall, Simone y Patton, Paul, Deleuze and the Poscolonial, Londres, Edinburgh University Press, 2010, p. 46).
Es decir, es plantearnos la posibilidad de leer de otra forma a Deleuze, de trazar también otras relaciones y prestar atención a fuentes que quizá no han sido indagadas lo suficiente dentro del archivo Deleuze. En este sentido, me resulta sintomático, por ejemplo, que en el repositorio institucional de CONICET, si colocamos en el buscador: “Fanon, Deleuze”, nos arrojé un único resultado. Tampoco me parece coincidencia que los autores de ese trabajo en cuestión sean Cristina Pósleman y Alejandro De Oto. Mil sures traza este desplazamiento, de las lecturas intramodernas a la relación con fuentes, que podemos definir como “periféricas”. De eso se trata el libro que estamos reseñando: de otras conexiones, de indagaciones por aquellos espacios poco transitados, por eso, en el siguiente y último eje expositivo, abordaremos la relación entre la filosofía con el campo de producción artística.
3. Crítica y estética: ensamblaje o aplicación categorial
En el contexto de la crítica extramoderna no podía estar ausente la relación siempre compleja entre el arte y la filosofía. Los últimos capítulos que componen Mil sures, constituyen un extenso recorrido reflexivo de carácter epistemológico sobre las prácticas estéticas y su vínculo con la filosofía. En el capítulo 10, “Notas para una crítica de arte ensamblada”, nos informa sobre dos modos de aplicación categorial, esto es, sobre el recurso de categorías conceptuales que se efectúan como criterios de análisis que se implican en prácticas estéticas. En este contexto, distingue dos formas de aplicación categorial que modulan dos tipos de crítica. La primera de ellas es definida como “aplicación categorial”, mientras que la segunda forma de crítica es caracterizada por Pósleman como “política categorial”.
Dentro de la noción de aplicación categorial se incluye a tres corrientes filosóficas. La primera son las teorías sustancialistas del tipo plantónicas, en el que una categoría determinada se refleja en la realidad sobre la que se aplica. La segunda corriente es la hermenéutica que coloca la centralidad en el sujeto que ilumina los objetos con su conciencia. Los recursos categoriales en la crítica se han referenciado en estos modelos que se ajustan a los criterios que define el modelo de la crítica intramoderna, más aún, si tenemos en cuenta, como señala Pósleman, que fueron Baumgarten y Kant (p. 201) los que construyeron todo el andamiaje categorial que determinó las bases de la tercer corriente: la estética. Sobre la base de la estética se articularon los criterios de lo bello y lo sublime para determinar qué obra es arte y cuál no lo es. Frente a este modelo de aplicación categorial, Pósleman se apoya en los trabajos de Walter Mignolo que describe a esta intervención intelectual como una “operación cognitiva de colonización de la aesthesis por la estética” (p. 201).
Mil sures asume la propuesta de Mignolo de rescatar la aesthesis, el campo de la sensación, de su expropiación, y articulación segregativa por parte del canon, espacio en el que se trazan y gestan sus categorías como también las reglas de aplicación. Ante este modelo de crítica, Pósleman opone un posicionamiento alternativo definido como política categorial que indica que obra y texto conforman un ensamblaje que opera como una red de relaciones rizomáticas, texto y obra se implican en una relación dinámica que agencia sobre el soporte material de la aesthesis, el cuerpo. Estos materiales pactan en un compromiso que no es sólo teórico, a los supuestos emancipatorios del arte conceptual, se ensambla la crítica sobre el soporte material de la aesthesis: el cuerpo. “El cuerpo de la crítica de arte ensamblada, es, en este sentido, un cuerpo que vibra y resuena con el cuerpo de la obra” (p. 204) Si el soporte material de la estética moderna es un sujeto trascendental abstracto, el soporte de la aesthesis en el contexto de la crítica extramoderna es cuerpo histórico.
Tampoco es ajeno Mil sures a la cuestión de creación estética cuando esta supone la mediación por una pantalla: ¿qué sucede con aquellas formas de creación artísticas en contextos remotos? Esta temática es abordada en el capítulo 8, donde reflexiona sobre la probabilidad de trazar algunas ideas acerca de la posibilidad de una estética de lo remoto. Una estética de lo remoto es una forma de crítica que se va modulando en la relación entre “aiesthesis y poiesis, es decir, entre la experiencia de la sensación y del hacer” (p. 168). Esta forma de crítica se produce entonces, en el cruce entre la experiencia sensorial y la experiencia del hacer, crítica que Pósleman despliega en Mil sures en el contexto de análisis de una serie de trabajos del artista Enzo Luciano.
Otras propuestas metodológicas son las que corresponden al capítulo 9 y 11. En el capítulo 9, titulado como “Rescate en la Cineósfera”, Pósleman realiza un trabajo de intersección entre imagen cinematográfica y pensamiento filosófico. En este apartado también podemos diferenciar un modelo de análisis del tipo aplicación categorial, que consistiría en un análisis de películas, del tipo comentario, que narra la trama o toma en consideración aspectos técnicos desde una serie de conceptos que intervienen como claves de explicación. La idea, en resonancia con la teoría de una política categorial, consiste en producir un ensamblaje entre la categoría de Fals Borda de “sentipensante” para producir un trabajo de “intersección” en la imagen cinematográfica y el pensamiento filosófico con la finalidad de provocar una paleta categorial definida como “mestiza” (p. 180). Esta categoría es coherente con la perspectiva de una política categorial, porque implica un alerta, al decir de Pósleman (p. 180), acerca de la violencia y la desigualdad sobre el soporte material de la aesthesis: los cuerpos. Esta paleta categorial se despliega como análisis del film La noire de…, del director Ousame Sembene, de 1966.
Por último quisiera mencionar el trabajo con el que cierra Mil sures, el capítulo 11, “Spinoza después de Artemisa Gentileschi” en coautoría con Lucía Gambetta Seguí. En este apartado se trama la conexión entre Spinoza y Artemisa. Desde una perspectiva metodológica, se plantean “la pregunta acerca de si el filósofo pudo o no haber percibido esa potencia disruptiva que la pintura de Artemisa materializa a contra mano de una tradición pictórica y filosófica” (p. 216). Artemisa es un recurso que toma parte de las tantas alteridades postergadas del pensamiento moderno. A partir de este punto, se tejen una serie de especulaciones acerca de la relación entre el trabajo artístico de Artemisa con la filosofía de Spinoza y la puesta de reciprocidad.
A modo de cierre, quisiera plantear algunas preguntas que, aunque extensas, sin embargo, condensan el planteo que atraviesa los capítulos de Mil sures: ¿No estaremos en presencia de una “renarrativización” de Deleuze? ¿Una que, por un lado, trata sobre sus fuentes menores, las operaciones de archivo, la remoción de los estados de discusión, y por el otro, sobre los tipos de lecturas que realizamos, las fuentes que indagamos y las relaciones que trazamos? ¿No seguimos siendo todavía modernos en nuestra forma de leer a Deleuze, remitiéndolo una y otra vez a la historia de la filosofía, al canon, cuando el gesto del propio Deleuze consistió en atravesar el umbral de la filosofía, por ejemplo, para poder pensar el problema palestino, es decir, para pensar y comprender la violencia colonial?
Si el objetivo de Mil sures es arrancar a Deleuze de una práctica de lectura moderna, el objetivo está logrado. Decidí articular la exposición en torno a lo que considero son los conceptos más importantes expuestos en Mil sures, un posicionamiento que se modula en torno a la noción de crítica extramoderna; el concepto de micro colonialidad como operación metodológica sustentada sobre dos instancias de la prohibición y la necesidad. Finalmente repasamos la reflexión estética extramoderna como política categorial. A partir de esto, estoy convencido de que el libro de Pósleman sitúa a Deleuze como una fuente clave que abre todo un panorama complejo y de debate dentro del contexto de los estudios críticos de la modernidad-colonialidad.